Muchos piensan que Nicolás Maduro no es más que un patán gordo e ignorante, un payaso risible, un monigote ridículo. Yo no estoy de acuerdo. Yo creo que Maduro es un hombre de gran cultura, de mucha fineza y de profunda espiritualidad. Por ejemplo, Maduro tiene contactos con el más allá. Recibe la visita del espíritu de Hugo Chávez bajo la forma de un pajarito para que éste, tras un diálogo de silbidos, cómo si de unos primos gomeros se tratara, le encomendara la continuidad de la lucha. Pero hay más. Maduro tiene una relación directa con Dios. Hace poco recibió el “Manto” de un fulano evangélico en una emocionante ceremonia. Aprovechó Maduro la presencia de una nutrida delegación de evangélicos para declarar que “voluntariamente entrega su nación a Cristo para que sea el dueño absoluto de esta patria”. Vamos, que nuestro Señor Jesús ha tenido que esperar más de dos mil años para que por fin Venezuela sea suya. Debía ser la única parte del Mundo que todavía no le pertenecía. Pero gracias a Nicolás Maduro ahora Dios ya puede decir que es el amo de toda la Tierra. Lo que no nos ha explicado Maduro es en calidad de qué tiene derecho de ofrecer su país a nadie, y menos aún al Creador. En fin, supongo que aquel debió de ser un día de gran alegría en el Reino de los Cielos.
Es que la cultura de Maduro es extensa. En una declaración televisiva explica a su pueblo lo que fue la Pasión, pero con algunos detalles que se les escaparon a los Evangelistas y a todos los teólogos de los últimos dos milenios: Jesús era palestino y le crucificaron los españoles. Habrá que revisar el Catecismo.
Porque Maduro es alguien que tiene las ideas muy claras en cuanto a sus creencias. El es Católico pero recibe un “Manto” evangélico que parece una bufanda del Real Madrid y al mismo tiempo se declara seguidor del gurú indio Sathya Sai Baba, otro fulano que parece un torturador del Helicoide que por inadvertencia se ha aplicado la picana a sus propios genitales. Ideas pocas y confusas, cómo decía mi amigo Gonzalo.
Posiblemente gracias a esa gran cultura y a esa profunda espiritualidad, Maduro tiene mucha habilidad a la hora de elegir a sus colaboradores y asesores, aunque tengan nombres curiosos: Diosdado Cabello que es calvo, Elvis Amoroso que parece el jefe de Sathya Sai Baba en las mazmorras del Helicoide, Delcy Rodríguez que tiene nombre de medicina para niños o Monedero que lleva toda la vida sacando pasta de Venezuela.
Maduro también ejerce un poder casi sobrenatural sobre los que le rodean. Consigue que aflore el poeta de un tipo con alma de comisario político cómo Monedero y que “llore un Orinoco” la muerte de Chávez. O hace desparecer de la faz de la Tierra a Zapatero después del vergonzoso pucherazo de Caracas. Lo que no ha conseguido a pesar de todos sus poderes es convertir a Monedero en un buen bailarín.
Por todas esas razones, Maduro pasará a la historia cómo el Taumaturgo, el que hace prodigios, aunque probablemente él piense que esa palabra sea un insulto y al que la pronuncie le ponga en manos de Elvis Amoroso.
Reír para no llorar, hermanos venezolanos.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga