Quizás algunos de ustedes recuerden “Police Academy”, una película americana de los años ochenta absurda pero divertida en la que unos aspirantes a policía, cada uno más tonto y torpe que el otro, no hacen más que pifiarla. En su día tuvo mucho éxito y fue seguida de hasta seis secuelas.
Los productores han esperado cuarenta años para realizar un remake. La nueva película se llama “La Boja Escola de los Mossos”, la he visto esta semana y, la verdad, todavía no tengo claro si es divertida o si no tiene ni puñetera gracia.
Ya de entrada es difícil que un dialogo en catalán tenga salero. No quiero parecer anti nada pero la verdad es que, al menos para un español que no tenga la suerte de hablarlo, el idioma de Plá no suena así cómo muy gracioso. Pero bueno eso son cosas personales.
Seguro que Puigdemont, el tuerto de Llarena y la llorona de Ginebra se parten el pecho entre ellos con esa sorna tan suya, comentando cómo se torean al estat espanyol. No hay más que ver a Illa para entender que la procesión va por dentro. Con solo imaginar a este tipo con aspecto de empleado de funeraria contar un chiste ya se me saltan las lagrimas.
La película cuenta cómo un equipo SWAT de los mossos persigue por toda Cataluña al tipo probablemente más conocido de la republiqueta. Un tipo cuya cara de teleñeco conoce hasta el nen más tonto del Ampurdá. Un tipo que lleva siete años en búsqueda y captura y su rostro está a diario en todos los periódicos y los telediarios dese hace más de un año. Un tipo que llevaba días anunciando la fecha de su regreso a España y sus intenciones de dar un mitin en las calles de Barcelona y cuyos partidarios habían construido en pleno centro de la ciudad una tribuna para su aparición pública.
Los mossos estaban sobre aviso, todos los puestos fronterizos estaban en alerta roja, helicópteros y drones vigilaban los pasos de los Pirineos, perros especializados en la detección de golpistas separatistas – parece que desprenden un olor especial – olfateaban cada vehículo que cruzaba por la Junquera. Miembros de los servicios secretos catalanes se habían introducido de extranjis en los círculos más cercanos del prófugo. Entonces, cuando toda la policía catalana estaba en máxima alerta, apareció Puigdemont caminando por Barcelona rodeado de sus amigos y de un par de miles de imbéciles, se subió al estrado, pronunció un discurso televisado en directo de unos cinco minutos, se dio la vuelta, le sacaron de ahí en volandas y desapareció. El muy traidor se había movido a espaldas de sus perseguidores.
Pero los mossos no se dejaron intimidar. Sin tardar, dos horas después de la desaparición del teleñeco, activaron la “Operación Jaula”, para capturar sin demora al delincuente. Eso sí, detuvieron el dispositivo una hora para empujarse unas butifarras. Que los mossos también tienen su estomaguito, oiga. La operación estuvo en marcha sin pausa hasta que Puchi apareció otra vez en su casa de Waterloo. Esa butifarra sí que se la comieron los Mossos.
Es que el muy pillo es experto en dar discursos cortos y largarse escondido en un maletero. Yo no quiero ser mal pensado, pero ¿qué tendrán los catalanes para admirar tanto a un tipo que se escapa en maleteros? Debe ser que les parece una mejora comparado con las rendiciones de Companys.
Ahora dicen que los Mossos sospechan que se les ha colado un topo que ha ayudado a Puchi a burlar el dispositivo. Han puesto en marcha otro dispositivo para identificarlo. Desde aquí les mando una pista: el topo es el tipo con sombrero de copa y alpargatas disfrazado de domador de elefantes.
Pero no se preocupen ustedes, queridos lectores. En vista de la poca eficacia y la total falta de confianza que generan estos payasos policías, Marlaska se ha hecho cargo del asunto. Ahora sí que se despejan todas nuestras dudas sobre cual va a ser el paradero del golpista teleñeco.
Hoy no hay playa. No para de llover.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga