Y regresaron, además, con una corrida de Victorino Martín, una apuesta grande por parte de la empresa de Manuel Martínez Erice y Jorge Arellano.
La corrida traía, por tanto, alicientes de sobra para el aficionado, que reconoció también con una gran ovación el gesto de Javier Cortés, que hizo el paseíllo con los puntos puestos de la cornada sufrida 24 horas antes en la plaza de toros de Linares.
El buen saludo a la verónica de Javier Cortés al segundo marcó el camino de lo que sería la faena, pues el toro, con un buen pitón derecho, tuvo emoción por la seriedad de sus embestidas y por la sincera apuesta del madrileño. Ambos, toro y torero, se fueron afianzando en una labor maciza, con series rematadas y varios derechazos sensacionales, hondos y profundos. Intentó hacer lo mismo al natural, pero el toro se frenó y buscó por debajo de la muleta imposibilitando el lucimiento. Pinchó, pero la estocada al segundo intento le valió para la primera oreja del festejo.
Al quinto había que esperarlo más, pero agradecía el temple con embestidas intensas y largas, con el cadencioso ritmo que siempre le impuso un Javier Cortés que está para grandes cosas. Cada muletazo fue mejor que el anterior, logrando varios derechazos de olé ronco y sentido. Por el izquierdo el toro fue otro, con peligro y sentido. El madrileño perdió los trofeos con los varios pinchazos antes de agarrar la estocada, pero el compromiso con el que asumió la tarde, a pesar de la herida reciente, ha sido enorme.
El triunfo grande sería para Román, otro torero en un gran momento. Aunque al tercero le costó humillar, tuvo la bondad suficiente para tomar la muleta y seguirla con recorrido y transmisión. Román, que había brindado a Javier Cortés, lo vio pronto para cuajar dos buenas series de derechazos. Pero la mejor vendría justo después, cuanto tomó las telas con la mano izquierda, por donde dejó tres naturales soberbios. El valenciano supo mantener el tono de la faena hasta el final para conseguir la oreja. Otra cortaría del sexto, un toro al que le faltó entrega, pero que obedeció y agradeció el buen trato y la apuesta de Román, que tiró de él con decisión. Varios derechazos tuvieron una gran dimensión.
“Hermenéutico” había tenido el honor de ser el toro que puso fin a la sequía de toros en este ruedo y desarrolló nobleza en sus primeros compases, a pesar de su corto recorrido y de revolverse pronto. Rafaelillo intentó estirar cada viaje sin conseguir obligarlo lo suficiente para obtener premio. Este caería en el cuarto, un toro de tan buena expresión como clase en sus embestidas: suaves si se las templaba, largas si se las mandaba y hondas si se las obligaba. Y Rafaelillo supo verlo por momentos, sobre todo al natural, en una labor de menos a más, rematada de una estocada.