No es fácil vencer ni a la lógica ni a la economía. El Rayo Vallecano domó a la primera la temporada pasada con dos Davidadas para el recuerdo (1-0 y 0-1); y a la segunda, esta vez, la robó la cartera como Robin Hood. Ni Magallanes se atrevería a liderar el Santa Inés, un navío cuyos marineros no temen ni a la mayor de las mareas y, para prueba, fondearon en Barcelona. Sus cañones -casi idénticos a los que otearon el puerto de La Cartuja- frenaron la artillería pesada de un equipazo reconstruido de pe a pa. Tras un verano plagado de fichajes, ventas, esloganes… y palancas. O milagros. Una fórmula tan pública como secreta que ha permitido a un club endeudado hasta la cejas comprarse un esmoquin silbon. La inversión obligaba a un primer día contundente.
Pero enfrente había una fiera. Iraola sólo necesitó un cuarto de hora para recordar, a aquel que lo hubiese olvidado en verano, que lo suyo es un equipazo. Algo trabajadísimo. Una presión alta y sin fisuras, unos carriles rápidos como centellas y una defensa sin respetos. Las 37 jornadas restantes hablarán, pero la inaugural reabrió la puerta del optimismo. Del ilusionarse con motivos.
Los de Xavi movían la pelota de lado a lado con suma precisión pero poco peligro. Porque Catena secaba a Lewandowski (casi translúcido) y los extremos, pese a llevar el mayor peso del equipo (Dembélé y Raphinha, notables), no podían más que probar fortuna desde lejos. Dimitrievski se fue al descanso con el pantalón impoluto y Ter Stegen, una mancha que le generó un susto de Álvaro García. No hubo apenas ocasiones en el primer tiempo y eso, dada la calidad de las maderas de lo navíos, habla mejor del Rayo.
En el segundo, la película fue otra. El Barcelona dio un paso adelante y subió sus revoluciones con un triple cambio: Sergi Roberto, De Jong y Ansu Fati, a escena. Este último rompió el descanso de Dimi, forzándole a protagonizar el primer milagro de la temporada y, ya de paso, argumento al porqué Iraola lo ha escogido antes que Diego López. Antes, Camello tuvo la gloria el día de su debut, pero tras presentársele un mano a mano, el intento acabó en triple rebote y balón fuera. En su primer día sentó a Falcao, pero al Rayo le faltó presencia en ataque. Y eso le deja en un lugar amargo.
Con el Barcelona atacando, buscando sediento el gol que espantase las críticas del día después, la Franja hinchó su pecho y defendió mejor que nunca. No falló ni una tuerca. Fue una oda al orgullo. Ansu Fati y Busquets tuvieron sendas ocasiones y volvieron a toparse con los guantes del Santo de Kumanovo. Por el Rayo apareció Balliu para forzar un liviano uy. Pero a esas alturas la música ya era más un No Pasarán que un A Las Armas. Porque las armas, eran escudos. Tocó resistir y se hizo con maestría.
Lewandowski, que lleva siete temporadas seguidas marcando el primer gol oficial de su equipo, tendrá que esperar para saber si reedita el logro. Esta vez se marchó de vacío y su equipo, ídem. Catena, en el 85′, salvó un balón bajo palos y Busquets, tras un manotazo, vio la roja. Punto y final. El Barcelona activó cuatro mecanismos y corrió a inscribir seis jugadores el día de antes para estrellarse contra la Franja. Para naufragar. No contaba con la palanca de las palancas. La del orgullo; vena vallecana.
Crónica: Unión Rayo
Foto: LaLiga Santander