El siglo XVII vio el nacimiento de la edad de oro de la diplomacia europea con el sistema que se ha dado a conocer como el Equilibrio de Poder, es decir un entendimiento entre las naciones, o entre los príncipes, para utilizar un término más acorde con la época, para impedir que el poder de uno solo creciera tanto cómo para volverse una amenaza para los otros. Todas la guerras europeas hasta la Primera Guerra Mundial son producto de este sistema, ya fuera para contrarrestar el poder de la Francia de Luis XIV o de Napoleón o el del Reich de Guillermo II. Inglaterra, siempre atenta a que ningún actor se hiciera con el control del Continente Europeo, jugó un papel determinante en este sistema, aliándose con la parte más débil, para aportar su peso contra el país dominante del momento. De esa manera, la Pérfida Albión se aseguraba que ninguno de sus rivales europeos obtuviera el poder suficiente cómo para hacerle sombra a su dominio de los mares y al buen funcionamiento de su imperio.
Hace unos días, Andoni Ortuzar, un tipo con aspecto de txapeldun de ingurgitadores de cuajadas, hizo unas declaraciones que daban a entender que el PNV podría considerar apoyar al PP en un futuro próximo. Frases elogiosas hacia Núñez Feijóo parecen presagiar un cambio de chaqueta similar al que los nacionalistas vascos protagonizaron, en sentido contrario, con ocasión de la moción de censura de Sánchez.
Me pregunto si, influenciados por la legendaria anglofilia vasca, en particular bilbaína, los jatorras del PNV no se ven a sí mismos cómo los herederos de los ingleses a nivel peninsular. Una suerte de Castlereagh aldeanos. After all, la Ikurriña es una suerte de Union Jack pastoral. Quizás los jatorras se consideren los guardianes del equilibrio político español y, al igual que sus admirados ingleses, jueguen a poner su peso del lado de la balanza que más les conviene.
Personalmente, y basado en el modesto conocimiento de los ingleses que me confieren diez años en Londres, siempre he pensado que esas afinidades que los vascos se imaginaban con los ingleses no eran más que un wishful thinking producto de cierto esnobismo. Conociendo a los ingleses apostaría a que para ellos los vascos no son más que otros lazy spaniards a los que había que cuidar en su día para que les vendieran su mineral de hierro. Vamos, que esa admiración no es correspondida. Pero eso son cosas mías. Ya me parece oír las amargas quejas de mis primos bilbaínos.
El caso es que esas intentonas jatorras de arbitrar en la política española no siempre les han salido bien. Es cierto que, a corto plazo, el PNV ha conseguido considerables ventajas fiscales, económicas y políticas, pero no me extrañaría que a medio plazo, sus malas frecuentaciones les puedan producir desagradables sorpresas. Ya lo comenté en mi artículo “Biarritz Tierra de Exilio”, que me valió fuertes críticas hace tres años. Los jatorras son niños bien educados, alumnos de los jesuitas y sus buenas maneras casan mal con comunistas, socialistas de colmillo retorcido y etarras. Cuando el pijo frecuenta tabernas de mala fama, lo normal es que acabe apaleado y desvalijado.
Ahora, los jatorras ven cómo sus socios actuales pueden sufrir una derrota histórica en las urnas el domingo y les gustaría evitar ser asociados con perdedores. Pero esa no es la única amenaza. Se dan cuenta que durante los últimos cinco años los verdaderos socios del gobierno social comunista no han sido ellos sino los filo etarras de Bildu. Los jatorras solo eran útiles para aportar sus seis votos. Estos cinco años han servido para reforzar la imagen de Bildu en el País Vasco como los verdaderos conseguidores en Madrid, por lo que las posibilidades que los amigos de Chapote, apoyados en Podemos y el PSOE se hagan con el poder en Vitoria son más que reales.
Veremos que pasa el domingo, pero sospecho que a los jatorras no les llega la camisa al cuello. Alguno ya estará buscando pied à terre en Iparralde. Al precio que se ha puesto el metro cuadrado en Biarritz, difícil lo tienen.
Queridos amigos, el domingo que nadie se quede en casa. Entre todos debemos conseguir que los escaños de los jatorras pierdan su utilidad.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga