Tambores de guerra en la noche. Rumor de botas de fondo. Ruido de sables en las cancillerías.
En 1935 Jean Giraudoux estrenó la obra de teatro “la Guerra de Troya no Tendrá Lugar”. La acción se sitúa justo antes de la guerra de Troya y describe cómo griegos y troyanos tienen en sus manos evitar la catástrofe pero todos eligen, ya sea por estupidez, por ignorancia, por interés, por cálculos erróneos o por simple ceguera, dar los pasos que conducen inexorablemente al conflicto. El final es de todos conocido. En los años treinta aquella obra fue considerada cómo una profecía de lo que se avecinaba. Casi un siglo después Giraudoux, si siguiera vivo, se inspiraría en el ambiente internacional actual para escribir una secuela de su obra.
No pasa una semana sin que el carnicero del Kremlin mente la bicha nuclear. Tanto que todos se preguntan si el siguiente farol no acabará rompiendo la cuerda de tanto tensarla. No pasa una semana sin que ese hombrecillo amenace a sus vecinos de la OTAN. No pasa una semana sin que el asesino ruso intervenga en la política interior de los países occidentales. No pasa una semana sin una nueva excusa para acusar a Occidente y a Ucrania de interferencias imaginarias, véase el reciente atentado islamista. No pasa una semana sin una nueva provocación para testar las defensas y la determinación de la OTAN. La última ha sido el vuelo de treinta y nueve segundos de un misil ruso en el espacio aéreo polaco.
Tanto el Secretario General de la OTAN cómo los dirigentes de los principales países de la Organización advierten del peligro de un ataque ruso contra la Alianza en un plazo de pocos años. En todos los países europeos miembros de la OTAN se habla de rearme, de incremento de los presupuestos de defensa, de recuperación de la capacidad de producción armamentística, de la posibilidad de reinstaurar algún tipo de servicio militar. El Presidente Macron ha hablado de la posibilidad de enviar tropas francesas a Ucrania. Las polémicas cada vez más agresivas entre Macron y el carnicero del Kremlin son ya casi diarias.
Sin embargo, Occidente se empeña en reproducir los errores y en difundir los mensajes ambiguos que en su día llevaron al Hitler eslavo a cometer la mayor equivocación de su reinado: la invasión de Ucrania. La admiración trumpiana hacia la autoridad putinesca y el desprecio de Trump hacia la OTAN amenazan con volver a los EEUU. Los desacuerdos públicos entre Francia y Alemania muestran tensiones entre los aliados. El probable regreso bajo palio a España del mayor aliado de Putin dentro de la UE, Puigdemont, prueba que las interferencias putinescas en Occidente siguen funcionando.
Particularmente lamentable es la actuación del Gobierno de Koldo Sánchez que, en el momento de mayor tensión internacional desde las crisis de Cuba o de Berlín, basa su permanencia en el poder en el apoyo de aquel quien, en 2017, habló con Moscú del envío de diez mil mercenarios de Wagner a Cataluña para “defenderse” contra España.
El carnicero de Moscú solo entiende el lenguaje de la fuerza y, cómo ya demostró en su ataque fallido a Ucrania, esta desprovisto de la sutileza necesaria para interpretar correctamente la ambigüedad occidental de cualquier manera que no sea cómo un salvo conducto para atacar.
Queridos lectores, siento amargarles este lluvioso Viernes Santo interpretando a la Casandra de “La Guerra de Troya no Tendrá Lugar” pero la situación no invita al optimismo. Esperemos que nuestros dirigentes no actuarán cómo los personajes de Giraudoux. Esperemos que los futuros historiadores no consideren que ese vuelo de treinta y nueve segundos fue el punto de partida del Apocalipsis.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga