Los vascos son tan particulares que hasta tienen a su propio Papá Noel. Se llama el Olentzero. Cuando llega la Navidad, el Olentzero baja de los montes de Lesaca para repartir regalos a los pequeños euskaldunes que han sido buenos. Lo que no sé es si les lleva Play Stations o txistus artesanales fabricados por él. Tampoco sé si los pequeños euskaldunes son tan particulares cómo para preferir un txistu a una play.
En lo que los vascos no son tan particulares es que, igual que a los untermenschen, a ellos tampoco les dura la ilusión para siempre. Igual que para nosotros fue duro el día que nos dijeron que en realidad Papá Noel eran nuestros padres, para los vascos debe ser muy duro descubrir que el Olentzero es un maketo. No vive en una cabaña escondida en un hayedo, sino en un palacio en Madriz. No va vestido de montañés euskaldun sino de vendedor de Sepu. Ya lo siento, pues.
Pero todo eso da igual, porque este maketo trae regalos mucho más estupendos que el viejo carbonero. Este año el Olentzero se ha adelantado a la Navidad. Ha llegado de Madriz en falcon para regalarle Pamplona al partido proetarra. Los jatorras del PNV están que trinan. Para ellos es inaceptable un Olentzero español. Pero a Bildu eso le da igual. Ellos no son tan mirados. Da igual que te apellides de Juana Chaos o Parot, mientras mates bien…
Cómo el Olentzero siempre está lleno de sorpresas, suponemos que también les regalará a los proetarras la llave de Ajuria Enea.
Y es normal. Los bildutarras son buenos. Los bildutarras son progresistas, feministas, diversos. Ellos están cerca de la gente. Ellos entienden a los jóvenes. Ellos buscan una sociedad más igualitaria y justa. Ellos son el futuro.
Los jatorras son el pasado. Decía el abuelo de mi amigo Yann, fundador de una larga y prospera dinastía de joyeros, que uno no debe envejecer con su clientela. Eso es exactamente lo que les ha ocurrido a los jatorras. Están démodés. Se han quedado con el txistu y los versolaris. El campeón de comedores de cuajadas, con su cabezón y su calva brillante no inspira a la juventud. Representa un mundo de ayer, obsoleto. En cambio se entiende perfectamente que un chaval de Astigarraga se vea representado por el “Gordo” y su flequillo de ratón. Es normal que a una chica de Munguía le inspire la dulce mirada de Mertxe Aizpurúa. Es lógico que a un trans de Vitoria le ilumine la figura de Txapote. ¿Casi novecientos asesinados? Eso fue hace mucho. ¿Cuarenta años de limpieza étnica? Mentira, aquí no hay más que euskaldunes.
Son tan buenos los bildutarras que uno comprende por qué les premia el Olentzero maketo. Y a los jatorras les caerá carbón. Y mira que llevan cinco años cantándole zortzikos al Olentzero. Pero no tienen nada que hacer. El Olentzero solo premia a los buenos.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga