CELTA 3 – 0 RAYO VALLECANO
No se asalta Balaídos sin un machete entre los dientes. Quinta jornada seguida sin ganar e inevitable consecuencia: el Rayo Vallecano se está desviando de Europa. Señales de SOS desde un barco encallado, que quiere y no puede. No le da. Carente de la insulina competitiva de meses atrás y, para colmo, aún víctima de esos harakiris que tiran todo por la borda. Marineros ilusionados, incluidos. La velada, una de las peores de la Franja en toda la temporada, se esfumó en 3 minutos para olvidar. Un sorbo a la cerveza, un parpadeo y de repente, el asunto iba 2-0. Jaque mate. No todo está perdido, pero se está perdiendo mucho.
Era la tarde de lo imposible: el Rayo encadena cuatro partidos sin hacerle un solo gol al Celta. Qué tendrán esas bateas que no hay cañón del Santa Inés que las perfore. Son la Kryptonita de un Rayo que entre pitos y flautas, empieza a ver la magia de su ‘Euromisión’ teñirse de ‘Euroutopía’. Una victoria del Villarreal este domingo alejaría el sueño a los 5 puntos, empezando a depender del desfibrilador de la Copa (de ganarla Madrid o Barça, el séptimo también iría a Europa; pero si no, ardua faena).
En reserva
No fue capaz de puntuar en Balaídos y lejos del resultadismo, avivó el rojo de varias alarmas: el equipo se está deshinchando. No parece una cuestión de actitud, sino que está dejando de dar. Así de simple; así de crudo. Trazándose un déjà vu hacia la temporada pasada, cuando se pasó del todo a la -prácticamente- nada en un abrir y cerrar de ojos. Cuando la torre, lejos de cumplir con su promesa de volverse un rascacielos, empezó a torcerse como la de Pisa. El pinchazo en Vigo confirmó lo peor: van cinco jornadas sin ganar. Mayday. “Hay días que ganas sin saber cómo, Villarreal; y otros en los que lo mereces y no te cae, Getafe”, dijo Iraola. Más razón que un santo. En el fútbol sí se necesita una pizca de suerte, pero si de ella depende el viaje a Liverpool, Help!
No funcionó, una vez más, la titularidad de RdT, participativo como pocos, pero errático como siempre. Dichoso cañón atascado para quien un día fuese el terror del Oeste. No le entra, no lo encuentra. Jugó por delante de Camello, siendo la gran novedad de un once con Pathé Ciss por delante de Óscar Valentín. El principal problema fue que de salida, mandó el Celta, que perdonó la primera en el primer minuto tras un petardazo defensivo de los que la Franja siempre tiene. Y que esta, pues sí, sufre un problema de gol: desde aquel fatídico domingo en Getafe, Vallecas sólo ha celebrado una vez. Una, en 410 minutos. Hemorragia preocupante.
Mandó, mandó y mandó el navío celeste, tan superior como clemente. Una tras otra hacia la portería de un notable Dimitrievski, gigante una vez más (qué temporada del de Kumanovo, aunque el récord de Koke Contreras tendrá que esperar). Recordaron los gallegos, precisamente, al Rayo, un equipo que domina, manda y llega, pero no termina de acosar. León rugidor, poco mordedor. Con el paso de los minutos fueron despertando los de Iraola, que intimidaron mediante disparos lejanos de Lejeune y centros laterales a sus ‘no torres’. Ahí anduvo, una vez más, Isi, intentando ganar balones aéreos en la jaula de los lobos. Dichosa quimera a la que es adicto este equipo.
El terror de 3’
Pero todo se desmoronó a los pocos minutos de la segunda parte. Corría el 51’ y a la par, Galán por la banda izquierda. Con la facilidad de un keniata que esprinta en una exhibición frente a amateurs, se deshizo de Isi y Balliu (el lateral vio la quinta amarilla y no jugará frente al Girona; hora de Mario Hernández, translúcido), para poner un centro que Aspas, killer por vocación, convirtió en un golazo. Ahí lo llevas, De La Fuente. Sólo 3 minutos después, Carles Pérez rompió la zaga con una galopada, se plantó ante Dimi y provocó un autogol -absurdo- de Pathé Ciss. Debió ser anulado por fuera de juego, todo sea dicho. Pero así, en lo que tarda en llegar un rayo del sol a Mercurio (3,3 minutos; al menos que este partido les sirva para conocer un dato de ciencia), voló el partido. Tres minutos, dos goles y c’est fini. A pensar en el Girona.
Porque la sacudida de Iraola fue introducir a Salvi por Balliu en un amago de gritar que A Las Armas. Que aún se podía. Fue más un salto de fe que uno de éxito. Porque el de Sanlúcar sigue reluciendo un aura tan inofensivo con la Franja, que hasta sorprende. No es que no regatee, es que ni lo intenta. Carente de confianza y por ende, de peligro (sorprende, claro, su presencia por delante de Andrés Martín y, en fe de memoria, Bebé). Para colmo, Aspas sentenció un partido ya más que sentenciado. Ni Falcao, ni nadie, fue capaz de hacerle un gol al Celta. Y ya van cuatro partidos seguidos de sequía. Cinco sin ganar en Liga. Tierra a la vista (la salvación está a dos triunfos, amansen ese pánico) y Europa algo detrás. Sigue ahí, a tiro de piedra. A paso de reacción. Pero no concede más margen de error.