El nuevo hombre de moda en España lleva un nombre improbable. Se llama Virginijus Sinkevicius. Es el comisario de la UE responsable de mediar en el asunto de Doñana. El tipo viene del Báltico, un mar poco salado. No he visto ninguna foto suya pero mis prejuicios me evocan un tío grandote, fondón y más bien blanquecino. Lo que la madre de mi amigo Juan, que en paz descanse la pobre, llamaría un gusano de seda. Supongo que se expresará con el tono monótono típico del Báltico y su acento mandaría a dormir a uno que estaba a punto de entrar en un “after”. Vamos, lo que viene a ser un tipo aburrido. ¿Cómo va a ser un tipo que se llama Virginio Sinvicios?
Pues a este le han encargado arbitrar en la tierra de Chiquito de la Calzada y de los Morancos. Me gustaría saber a qué maltrato ya habrán sometido su nombre los habitantes de Doñana, tan ocurrentes ellos. Pero me parece estupendo que Virginio se encargue del asunto. Lo que se necesita para mediar entre los aspavientos del trilero de la Moncloa y el bueno de Juanma, es justamente eso: un tipo aburrido, serio, metódico, alejado del chascarrillo y ajeno a la trampa. El funcionario europeo Sinvicios. La manera más eficaz para convertir Doñana en un secarral es colocarla en el centro de una batalla política.
Desde que el Homo Sapiens se bajó de la acacia, su búsqueda ha sido siempre la misma: vivir tranquilo, dejar de correr detrás de las gacelas y delante de los leones. Estoy convencido que al morador de Altamira, cuando le tocaba guardia por la noche, acojonado de que un neandertal le reventara la cabeza de una pedrada, soñaba con una cosa. No era la gloria de cazar el mayor mamut. No era el prestigio de traer al poblado la cabeza del neandertal que le había atizado la pedrada a su primo la noche anterior. Tampoco era arrastrar de la cabellera a una conquista femenina. Estoy seguro que soñaba con leer el Mundo un sábado por la mañana en la terraza de un café. No me cabe duda de que ya pensaba en ir al Carrefour con su mujer. Apostaría a que ya imaginaba el partido de golf con los amigotes.
Es que todos, o casi, aspiramos a lo mismo; una casa cómoda, una familia que no te dé demasiado el coñazo, un trabajo decente que te permita cierta tranquilidad y, si uno tiene suerte, unas buenas aficiones. Engordar delante de la tele o currarse en el gimnasio, ir al fútbol o a conferencias en el Ateneo, coleccionar sellos o conocer la ruta del mudéjar, todo vale mientras tengas la fiesta en paz. Aburrido me dirán ustedes. Un piñazo, efectivamente. Pues nada, si lo que quieren es marcha, váyanse a vivir a Moscú a la espera de la próxima movilización, o a Sudán a escapar de los señores de la guerra, o a Caracas a piratear la luz para la chabola. Yo, si quiero emociones, me voy a bucear. O me voy a ver la próxima remontada del Madrid. Pero a mi déjenme mi aburrida monarquía parlamentaria, mi aburrido estado del bienestar y, sobre todo, mi aburridísima Unión Europea.
Y aquellos que claman que el hombre ansía la gloria, la lucha o las emociones fuertes, son unos timadores vendedores de crecepelo. Aquí no hay Don Pelayos ni Che Guevaras que no tengan agenda secreta. “La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer” decía el mamarracho de Mussolini. Así acabó. Miren al Cheposo lo primero que hizo cuando asaltó los cielos: comprarse un chalet en Galapagar. ¿Qué buscaba Cortés, la gloria, o forrarse para vivir tranquilo? Buen tema para un debate.
Por eso necesitamos la aburridísima Unión Europea y sus aburridísimos funcionarios. Por eso necesitamos a Virginio Sinvicios. Para que venga con sus aburridísimas reglas, sus insufribles leyes y sus piñazos de reglamentos a pararle los pies a nuestros social comunistas separatistas. Si no fuera por Virginio y sus aburridos colegas ya estaríamos en Buenos Aires. Al parecer allí sí que se lo pasan bomba.
Por eso me asusto cuando Ramón Tamames aprovecha su cuarto de hora de gloria para atacar a la UE. Por eso me asusto cuando oigo a tantos comentar lo brillante que estuvo el viejo comunista.
“Cuando escucho la palabra cultura saco mi revolver”, decía Goering, un tipo divertido. Cuando escucho la palabra Brexit, saco mi móvil y llamo a Sinvicios al rescate. Más Virginios Sinvicios y menos Cheposos, menos rufianes y menos Don Pelayos.
Y todos a aburrirse, que es lo más divertido.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga