Parece que la vacunación nos está ayudando a ganar terreno al Covid-19. Aunque siempre estarán en nuestro recuerdo quienes se han quedado en el camino, cada día damos un paso más para pasar página de un virus que durante mucho tiempo solo con mencionarlo se nos congelaba el corazón. Hemos contado por cientos de miles los fallecidos y por millones, los contagiados en todo el mundo, y todo aderezado con la incertidumbre, el miedo y el cambio radical de nuestras rutinas. No esta superado, el Coronavirus sigue ahí, pero si esta algo más controlado y conocemos mejor como se propaga. Más de un año después toca hacer balance, valorar el daño, la huella física, emocional y laboral que nos han dejado unas durísimas restricciones para controlar una pandemia que nos ha cambiado la vida.
El otro día llegaba a mis manos un artículo publicado en la prestigiosa revista «The Lancet’ y que recogia las conclusiones de un estudio encabezado por la oftalmóloga infantil Carolina Picotti. Destacaba un importante aumento de la miopía en niños de todo el mundo. Sin seguir leyendo, pensé, normal, todo el día metidos en casa y usando pantallas hasta para dar clases telemáticas, fijo que les ha perjudicado en la visión, pero al seguir leyendo llegó la sorpresa: el motivo también es la falta de luz solar.
Mucho tiempo confinados, haciendo vida entre cuatro paredes, sin poder, por ejemplo, hacer algo tan cotidiano como ir caminando al colegio , o jugar en el parque con los amigos ha dejado secuelas en los ojos de nuestros niños. Picotti argumenta que los rayos del sol liberan dopamina en la retina, una sustancia que evita que el globo ocular se haga más largo y eso ayuda a prevenir o a que aumente la miopía. El no recibir luz solar hace que el cuerpo no genere este neurotransmisor.
El confinamiento nos ha hecho estar metidos en nuestras viviendas, ocupando el tiempo viendo dispositivos móviles, la televisión… sin salir a hacer actividades al aire libre, y usando normalmente luz artificial, que en ningún caso puede suplir a la natural del sol en la generación de dopamina.
El estudio se hizo entre niños de 5 a 18 años y refleja un aumento alarmante del 40%. De esta investigación se desprende también que no solo hay que tener en cuenta el factor genético, si no también el medioambiental.
Otro de los datos que subrayaron los investigadores es el cambio de la evolución que en circunstancias normales tiene la miopía, es decir, según el niño crece el porcentaje de progresión disminuye y se ha observado lo contrario
Según la OMS, la miopía afectará a la mitad de la población mundial en el 2050.
Ana Belén Roy
Periodista y Presentadora
@anabelenroy_tve