Me resulta incomprensible que se valore al ruso Putin como un líder inteligente, al que el incalificable Donald Trump jalea como si se tratara del mítico Tom Brady. La ministra española Ana de Palacio, que pasó por la cartera de Exteriores con más pena que gloria, dice en una entrevista reciente con Sostres que es un estratega extraordinario y mejor aún como táctico.
Clínicamente, el diagnóstico de Putin se acerca más a la enfermedad mental que a la salud cerebral, pero desde el punto de vista de promotor de esta crisis bélica en Ucrania la calificación que se me ocurre es … penoso.
Pretendiendo alzarse como protagonista de la geopolítica mundial, invadiendo un pequeño país (no por tamaño pero sí por su relevancia económica y militar), ha logrado excitar a Alemania y acercar a los EEUU a unas sociedades europeas cada vez más distantes del imperialismo norteamericano.
Éxito rotundo que se completa con la implicación del Reino Unido, que ha manifestado su añoranza del Continente poniéndose en cabeza de la manifestación antirusa; y atrayendo a la causa democrática a Turquía, cuyo líder, Recep Erdogan, mantenía una actitud cada vez más crítica con las políticas comunes de las democracias europeas.
Es verdad que los rusos llevan retratándose mucho tiempo aceptando un régimen autocrático y militarista que encabeza un desequilibrado de nombre Vladimir. Es su culpa que Europa y el mundo estén atónitos ante la patética actuación de Rusia masacrando un pequeño país.
Los 144 millones de rusos pasan por alto que su país tiene una riqueza similar a España, y que su PIB per cápita no llega a los 9.000 euros cuando el de España se acerca a los 25.000. La economía rusa es muy vulnerable, aunque el boicot internacional no afectará particularmente a unos ciudadanos acostumbrados a la penuria y en algunos casos al hambre.
Como suele pasar en las sociedades atrasadas, el nacionalismo suple con creces a la razón, y es un instrumento de dominación de las élites, que –dicho sea de paso- exhiben su riqueza, regodeándose con obscenidad ante sus conformistas conciudadanos.
La responsabilidad de esta crisis, pues, hay que cargarla en los ciudadanos rusos, que sostienen con sus votos a este megalómano que pone en riesgo, de forma caprichosa y arriesgada, el inestable equilibrio entre potencias.
El insensato, que ni es estratega ni táctico, y mucho menos inteligente, ha provocado que Alemania –que hasta ahora huía de cualquier protagonismo geoestratégico- se vea obligada a jugar fuerte. No les arriendo la ganancia a los rusos si los alemanes (que son una potencia mundial al nivel de Japón, India y pronto alcanzarán a los EEUU) se toman en serio esto de la seguridad europea.
Y no sólo eso, creo firmemente que Alemania y el resto de Europa están firmemente comprometidos con un cambio de ritmo, con un mayor compromiso nacional y europeo: menos globalización y más España, más Alemania, más Francia; y –sobre todo- más Europa.
Volviendo al personaje, no puedo dejar de mencionar otro rasgo de inestabilidad mental y ridículo internacional como es la amenaza nuclear de hace unos días; por no hablar del llamamiento a filas de unos asesinos sádicos, criminales confesos, llamados chechenos, para que den buena cuenta de los inocentes ucranianos. Este es Putin, el líder de los rusos.
Claro que dime con quien te juntas y te diré quién eres: Trump y Putin son de la misma estirpe, por eso se elogian y conspiran juntos. Unos sátrapas diabólicos, como lo fue Hitler. Créanme, el demonio existe, y de vez en cuando aparece comandando las naciones, encarnando en personas sin alma dispuestas a que la Humanidad se extinga; y no es broma.
La buena noticia es que, a pesar de su vocación destructiva, Putin va a perder. Ha errado en su matonismo, y la consecuencia es que nunca han estado más unidas las naciones democráticas europeas desde la Segunda Guerra Mundial; nunca más dispuestos los ciudadanos a combatir las autocracias; y nunca se habían adherido más naciones y personalidades de fuera de Europa a la causa de la paz.
Los buenos estamos ganando, hay futuro.
Ricardo Martín
Periodista. Consultor de Comunicación
@_Ricardo_Martin