Octubre Rojo y su gloriosa revolución. Todo el poder para los Soviets. Y a la guerra civil para la supervivencia del proletariado. Y la colectivización. Y la Lubyanka. Y las Checas. Millones de inocentes cavando canales en el círculo polar ártico, para reeducarse. Cuando no eran millones muriéndose de hambre sobre la fértil tierra ucraniana. Y los planes quinquenales. Y la Gran Guerra Patriótica. De Leningrado a Stalingrado, la gloria del Ejército Rojo. De Dien Bien Phu hasta el último helicóptero despegando del tejado de la embajada americana en Saigón, la gloria de los ejércitos de liberación nacionales. De la Larga Marcha al Gran Salto Hacía Adelante. Musculosos soldados de acero apuntan sus bayonetas hacia un futuro risueño. Valientes campesinos y proletarios de granito dirigen a lo lejos sus confiadas miradas. Y sus bellas mujeres y hermosos niños en animados óleos admiran a sus héroes. Gigantescos altos hornos se alzan en un mar de trigo, cuales modernos templos proletarios. Y, en el fondo de la Taiga, morideros rodeados de alambradas. Todo un pueblo reeducado en los arrozales camboyanos. Columnas de tanques invencibles desfilan en la Plaza Roja bajo la severa mirada de Marx, Lenin y Stalin. De la Revolución Cultural a los adoquines de Mayo del 68. Stajanov. Sputnik, Laika y Gagarin. El “Pueblo Unido jamás será vencido”, “proletarios del Mundo uniros”, “no pasarán”, “Madrid será la tumba del fascismo” y “Ho Ho Ho Chi Minh”. De las fosas de Katyn a la cruces de Paracuellos, la lucha contra el fascismo no descansa. Barbudos que bajan de la Sierra Madre acariciando las cabelleras infantiles y besando guapas mulatas recientemente enviudadas por las balas proletarias. Una camiseta del Ché para el tonto de la uni. Muros de cemento coronados por alambradas para tapar las colas de miseria. La hijita de Stalin sentada sobre las rodillas de Beria, una tarde de verano. Aparatchiks chapoteando en la Riviera del mar Negro mientras revientan las centrales nucleares.
Y hoy, todas aquellas esperanzas, todos aquellos muertos, todo ese sufrimiento, todas las victorias, todos los logros, todos los avances sociales, científicos, económicos, todos esos fracasos del comunismo en el último siglo concentrados en…. Mema. Mónica García, Médica y Madre, extracto, condensado, corazón de cien años de lucha del proletariado, reivindica la nacionalización de Tinder. El paso siguiente de la lucha de clases: de colectivizar la tierra a colectivizar el ligoteo. O Pequeño Padre de los Pueblos, levanta la cabeza y ven a poner orden. Y Podemos reclama ciento treinta playas para Madrid. Por la verruga de Mao, que caiga sobre sus estúpidas cabezas la venganza del pueblo. Y el Cheposo se compra un chalet en la sierra. Que venga la momia de Lenin y se lo lleve a talar arboles a Siberia. Para eso han muerto millones en el Gulag, en las chozas ucranianas y en los arrozales vietnamitas. Pol Pot nunca hubiera permitido tanta idiotez. Cabezas cortadas con la hoz del campesino y aplastadas con el martillo del proletario. ¿Hoz? Hoy el campesino frecuenta Instagram. ¿Martillo? Hoy el proletario vive en Facebook. ¡Y Mema que les quiere quitar Tinder! ¿Pero cómo van a ligar en la España vaciada y en las fábricas abandonadas?
Cuando Gagarin volvió del espacio, Jrushchov le preguntó si allá arriba se había encontrado con Dios. “Camarada Secretario General”, le contestó el heroico astronauta, “Sí me he encontrado con Dios”. “Lo sabía, lo sabía”, dijo Nikita. “No se lo digas a nadie, Yuri, por la cuenta que te trae”. Dos semanas más tarde el héroe del pueblo fue recibido en el Vaticano y el Santo Padre le hizo la misma pregunta. El proletario espacial, obediente, le contestó: “camarada cura, allá arriba no hay más que vacío”. “Lo sabía, lo sabía”, se lamentó el Papa. “Por favor, no se lo cuentes a nadie”. Hoy, Gagarin sería un amigo de Facebook y Dios un follower que te da “likes”.
Es que ya no te puedes fiar de nadie. Ya no hay valores. Ya no queda seriedad. Así no hay quien haga una revolución.
Menos mal que ha vuelto Griezmann. Eso sí que es un valor seguro.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga