Todos los que conocemos la costa mediterránea española habremos observado dos cosas. Primero, la costa está sembrada de torres. Desde Francia hasta Gibraltar cientos de torres situadas más o menos a la misma distancia unas de otras han vigilado el horizonte durante siglos. Segundo, la mayor parte de las ciudades, pueblos y puertos que hoy en día conocemos a lo largo del litoral son modernos ya que los cascos antiguos, castillos, palacios e iglesias históricos están ubicados algunos kilómetros tierra adentro. La explicación de este fenómeno es simple, las torres avisaban cuando había moros en la costa y la distancia entre la costa y los pueblos daba algo de margen a los habitantes para prepararse al ataque de los piratas.
Porque entre los siglos XVI y XIX los piratas berberiscos asolaron nuestras costas sin darnos respiro. También atacaban el sur de Italia y Sicilia pero donde más acudían era a España porque los moriscos expulsados de nuestro país, conocedores de nuestra lengua y geografía, eran buenos guías.
Tipos cómo Barbarroja o Dragút zarpaban con sus galeras de lugares cómo Trípoli, Túnez, Argel, Orán o el Peñón de Vélez hacia nuestras costas para efectuar razias en las que pasaban a cuchillo a poblaciones enteras y se traían de vuelta esclavos y rehenes. Allí, en Berbería, estuvo preso cinco años Cervantes hasta que alguien pudo pagar un rescate a sus captores. Estos piratas eran apoyados, defendidos y financiados por la gran potencia musulmana de la época: el Imperio Otomano. Los ladrones y asesinos siempre ocultaban su verdadero interés tras su fe.
La principal razón por la que los reyes españoles conquistaron Orán, Túnez o el Peñón de Vélez era para privar a los piratas de sus bases. Acabar con la piratería no fue la menor razón de la batalla de Lepanto. La primera intervención norteamericana en la región fue a principios el siglo XIX cuando barcos americanos entraron en el Mediterráneo para destruir los piratas de Tripoli.
Si esta historia no les es familiar, es que desde el pasado siete de octubre han estado tomando el sol en una isla desierta. La razia que realizó Hamás en el sur de Israel no es muy diferente de las que hacían los piratas musulmanes en nuestras costas durante siglos. Ha cambiado el tipo de infiel de cristiano a judío. La tierra de Islam que reclaman los musulmanes ha pasado de Al Andalus a Palestina. Los promotores de los piratas ya no son otomanos sino mulás iraníes. Aparte de estas diferencias vemos las mismas masacres, los mismos rehenes, la misma crueldad y el mismo proselitismo salvaje.
Aunque, pensándolo bien sí que ha cambiado algo desde que desparecieron los moros de nuestras costas. En el siglo XVII nuestros antepasados tenían claro quién eran las víctimas y quién eran los bandidos. Hace quinientos años a ningún imbécil se le ocurría pensar que secuestrar a Cervantes era una reacción comprensible a la expulsión de los moriscos. Ningún idiota discutía el derecho a defenderse de los españoles frente a los ataques de bandidos sangrientos. Ningún gilipollas decía que la conquista de Túnez para acabar con los piratas era un genocidio. Ningún ignorante pretendía que Lepanto no fue una inmensa victoria contra nuestros enemigos.
Hoy en día Israel no solo debe enfrentarse a los asesinos de Hamás sino que tiene que aguantar las letanías de infinidad de imbéciles, idiotas, gilipollas e ignorantes que explican que decapitar bebés está mal pero que hay que entender a los decapitadores y que claman que el derecho de los israelíes a defenderse corresponde a un genocidio.
La historia sigue su curso, los blindados de Tsahal han reemplazado las galeras de la Armada española, las armas automáticas de Hamás han reemplazado el sable de Barbarroja, las víctimas de los kibutz han reemplazado a los degollados de Denia o de Cullera, los rehenes israelíes han reemplazado a los españoles esclavizados y el turbante iraní ha reemplazado el turbante otomano, pero la guerra sigue siendo la misma. Y no lo digo yo, lo dicen los islamistas que nos siguen llamando “rumies”, “franjeh” o cruzados. No me olvido de las víctimas civiles palestinas, pero ¿quién es el responsable de su desdicha?
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga