Los que hemos nacido a principio de los años 70, empezamos a tener una edad en la que, la las cuestiones del día a día, son hechas desde la perspectiva de la naturalidad, sin sufrir una auditoria sensitiva por parte de nuestro corazón y mucho menos, un estudio razonado por parte de nuestro cerebro, es decir, comenzamos a recorrer la senda de la indiferencia frente a lo que digan los demás, aunque tengamos en cuenta las leyes no escritas de la corrección y la responsabilidad de ostentar un cargo público.
Ya no me asusta abordar nuevos retos, o salir, de vez en cuando, de mi zona de confort, parapetado en las canas y en la sabiduría que te dan los años y los tropezones. Pero existe una preocupación que sigue latiendo ahí dentro, y es la de perder la frescura y la iniciativa juvenil, esa “chispa” que nos hacía genuinos y diferentes.
Son cosas que se van decantando con el paso de los años, en ese crisol de experiencias que supone la vida recorrida, y en el que, cuando nos enfrentamos al yo que nos devuelve el espejo, todavía nos frena y nos quita el atrevimiento de lanzarnos a una aventura sin garantías, pero sí a buscar la trayectoria precisa, y el lenguaje adecuado, para salir airoso de la situación que se plantee.
Comenzar a desempeñar un cargo público, supone aportar, y enriquecer, a la sociedad a la que te entregas, con sentido del deber hacia los demás, independientemente de la edad con la que accedas a dicho cargo: si te encuentra en la “chispa” de la juventud política, aportará iniciativas frescas, atrevimiento, cierta improvisación y capacidad para negociar en jornadas interminables. Si te encuentras en la etapa en la que la prudencia se ha instalado en modus operandi, te aportará la sensatez para que esa chispa juvenil, con el ímpetu que conlleva, no produzca un “incendio” de consecuencias insospechadas.
Ambas condiciones se pueden atemperar, centrándolas en su justo medio aristotélico, para que exista un equilibrio sensato y con valor para el ciudadano, por tanto , la naturaleza bicefálica, o más bien” bicorazonal” de una persona de mediana edad, y con ganas de embridar sus impulsos, es una meta a la que hay que aspirar, para no perderse en caminos oscuros, o laberintos.
Un padre no tiene en cuenta la sugerencia de su hijo o hija, cuando le dice que proponga, en la próxima reunión de la comunidad de vecinos, que se construya una pista de futbol sala en la urbanización, porque el padre, inconscientemente, solo ve el peligro de que el balón rompa alguna ventana, o que se causen molestias, y sin embargo no ha caído en la cuenta del peligro que le supone a su vástago, cruzar varias calles, para poder jugar al futbol en el descampado cercano. Había asumido que, jugar en el descampado era una circunstancia “no mejorable”, una cuestión per sé.
En política, el niño sería el “MUNICIPALISMO” y el padre jugaría el papel del “espeso” organigrama de un partido político a nivel autonómico, en el Olimpo de la legislación y el vuelo alto, sin pararse a oír la voz del que pisa el asfalto, cruza la calle y suda en el descampado.
Hagamos introspección, propiciemos que el político pise el barro, se mimetice con las calles. ESCUCHEMOS a los Municipios.
Como he dicho anteriormente, mis casi “cincuenta” me hacen perder el pudor de lo correcto y llamar a las cosas por su nombre, más que nada, porque hay honestidad en esa actitud, y creo, con todo mi convencimiento, que se puede hacer política de otra forma, porque existe otra forma de hacer política.
Hablemos con el vecino sin desprestigiar al adversario, hagamos de la verdad virtud, anulando lo que la genta odia más en el político: la mentira. Expulsemos la demagogia de nuestra conversación, busquemos palabras sinceras, conciliadoras, con argumentos genuinos para mensajes que merezcan la pena. Hagamos de la autenticidad una bandera, un estandarte que nos sirva de guía.
Vivimos en un mundo globalizado, que ha garantizado mayor bienestar para la mayoría de la población mundial. Pero es inevitable que se han creado distorsiones, fallos de mercado y debemos tener el valor de asumir nuestra responsabilidad para un crecimiento sostenible, económico y laboral para nuestro país. Nadie va a solucionar nuestros problemas internos, porque la solución, precisamente, está en nosotros mismos. La solución está en reformar el sistema, en las cuestiones fundamentales. Esto pasa indudablemente, por asumir e interiorizar, que formamos parte de un Proyecto Europeo y gestionarlo de una manera natural.
Está en nuestra mano que los conceptos y la cultura política básica, los enunciados sobre la libertad, y una auténtica cultura ciudadana, formen parte de los contenidos de la educación, en todas sus etapas. No haría falta entrar en un conocimiento profundo de la ciencia política, que sería voluntario, sino de asentar conocimientos, trayectorias, biografías e historia sobre el devenir político de los países y de las civilizaciones.
De esta forma, surgirá indudablemente una nueva manera de pensar distinta a la actual, con más criterio, más individual y menos presionada por colectivos, más exigente, más alejada de los controles encorsetados que algunos nos quieren imponer en nuestra vida diaria, en general una conciencia que nos acerca a un paradigma liberal de la sociedad, donde cada uno pueda ser de dueño de su proyecto de vida.
Nadie debe de interferir en nuestro pensamiento porque es innato, es nuestra seña de identidad y lo que dirige nuestras vidas. No podemos tolerar que nos aderecen con ingredientes ajenos a nuestra voluntad, defender nuestra libertad, no olvidando que esta acaba, donde empieza la de los demás. El hecho de ser liberal es una forma de pensar generosa, en la que permitimos a los demás, tomar sus propias decisiones, cumpliendo con el orden constitucional, respetando así la libertad del individuo e interactuando de forma voluntaria, en cooperación con la sociedad.
En definitiva, el LIBERALISMO defiende el derecho a la libertad económica alejada de la excesiva regulación del Estado en los mercados, y la libertad de todos los individuos en una convivencia pacífica, donde nadie busca imponer su voluntad, donde impera el respeto mutuo, y donde se nos permite pensar por uno mismo para que no seamos parte de una masa, a la cual aplicar la ingeniería social, tan buscada por opciones más apegadas a la conservación del poder.
Si hablamos de izquierdas y derechas, hablamos de dos modelos que buscan el choque de dos formas de concebir la vida, donde el colectivismo impera sobre el ser humano. Buscan el liderazgo del elegido para controlar la “buena” sociedad, desde la coerción de un Estado paternalista, es decir, regular a través del Estado una moral que ellos creen mejor para el resto de la sociedad. Ortega y Gasset escribió sobre la hemiplejia que suponía llevar a límite la dualidad izquierda derecha, y como en muchas otras cosas, se adelantaba a su tiempo.
Por ello, en la sociedad de hoy en día, es imprescindible que esa forma de concebir la política, el municipalismo, tome la iniciativa, incluso que marque los tiempos políticos, a nivel autonómico. De esta forma el ciudadano recuperará la confianza en sus representantes, conociendo a este, en primera persona y percibiendo su accesibilidad, porque la política local permite esa cercanía con y para el político, que en el ámbito autonómico es más difícil y en estatal, casi imposible, en la torre de cristal que supone La Moncloa.
La política local, la de siempre, pero enfocada hacia el futuro, la innovación y la participación, aquella que fue diseñada por los grandes administrativistas del siglo pasado, y que ahonda sus raíces en la tradición y en lo comunal, nos da la oportunidad de proporcionar soluciones a los problemas, vías de crecimiento, y posibilidad de explorar las oportunidades que se ofrecen. También nos permite segmentar el municipio para estudiar dichas necesidades y demandas, enfocada en zonas y barrios específicos, para crear un mensaje más claro y directo. Nos facilita la posibilidad de crear Focus Group de los que formarán parte representantes de gremios y/o colectivos de la ciudad, los cuales pueden formar grupos de discusión, que nos proporcionaran información cualitativa sobre el estado actual del municipio. El Concejal deberá ser “bisagra” entre las necesidades del vecino y la capacidad de gestión municipal.
En resumen, tenemos que conseguir que el ciudadano se vea reflejado en nosotros, como políticos o mejor dicho, que los ciudadanos sean más políticos, y los políticos seamos más ciudadanos, con los pies en la tierra.
Desde el municipalismo, vamos a ser capaces de escuchar y satisfacer las necesidades de la ciudadanía, creando emociones que se quedaran “tatuadas” bajo nuestra marca política.
Viviendo la política como la vivo y viendo la política, como afortunadamente la veo, creo firmemente en la necesidad de impulsar políticas liberales en el ámbito municipal, es decir, crear una forma de hacer política distinta bajo el “paraguas” del MUNICIPALISMO LIBERAL.
“Si quieres llegar rápido, lo mejor es que viajes solo. Pero si quieres, llegar lejos, entonces lo mejor es que viajes acompañado”.
Roberto Baldanta
Político
@BaldantaTel