El Mundial de Qatar es un escándalo. Es un Mundial de sangre. Es un Mundial criminal. Es un Mundial corrupto. Qatar no merece ser sede de un evento global de esta importancia porque es una dictadura sangrienta. Es una teocracia en manos de una dinastía billonaria.
Se rige por leyes religiosas medievales. Las mujeres no tienen derechos. Los gays son encarcelados. Los trabajadores inmigrados están poco menos que esclavizados. Sus empleadores les confiscan los pasaportes cuando llegan a Doha, con el fin de controlarlos. Viven hacinados en infraviviendas y trabajan en condiciones inhumanas que causan miles de muertes al año. Por si todo eso no fuera suficiente, los qataríes han tenido que construir todos los estadios desde cero únicamente para este evento, ya que nunca más volverán a ser utilizados, el futbol qatarí siendo poco menos que inexistente. Como colofón a todo este despropósito, el clima local es tan extremo que obliga al uso masivo de aire acondicionado, con todas sus consecuencias negativas para el cambio climático.
Todo esto ha generado una ola de protestas por parte de periodistas, columnistas, políticos y gran parte de las sociedades civiles y otros aficionados a la polémica.
Personalmente me alegro de este movimiento. He decidido aportar mi pequeño grano de arena. Veo los partidos, de acuerdo, pero con poco entusiasmo. Al principio de cada encuentro me coloco ante la pantalla de mi televisor con una camiseta morada, un brazalete arcoíris, una rodilla en tierra y con una mano tapando mi boca. Y, cuando suena el himno de España me quedo callado en vez de cantar “lolo lolo lolololo….”. Y cuando España marca un gol, que ha marcado muchos, lo celebro, pero con mesura. Allegro ma non troppo.
Que se fastidien los qataríes. Chúpate esa, emir corrupto.
Me dirán ustedes que la mía es una protesta barata. Que arriesgo poco. Pues miren, arriesgo lo mismo que aquellos jugadores alemanes o ingleses con sus teatritos, o que el tonto del espontáneo ese con su bandera arco iris. Es decir, nada. Es más, los jugadores cobran una pasta y el memo de la bandera se gana sus diez segundos de gloria, y, quien sabe, a lo mejor una apuesta. Aquí, los únicos que arriesgan, y mucho, son los iraníes. Y sus protestas no van contra Qatar.
Es que hay que ver lo que ha cambiado Qatar en los doce años desde que se le otorgó el Mundial. En 2010, Qatar era una democracia ejemplar, dirigida por unos políticos honestos.
Las mujeres gozaban de un grado de igualdad superior al de nuestros países, y era mundialmente famoso el Día del Orgullo de Doha, al que acudían año tras año gays del Mundo entero, a bailar en las calles. En aquel entonces, los pakistaníes que emigraban a Qatar eran recibidos como hermanos y disfrutaban de unos derechos laborales que eran la envidia de nuestros sindicatos. En cuanto al clima, hace doce años los veranos qataríes eran suaves y ligeramente lluviosos, ideales para la práctica del futbol.
¿Qué habrá ocurrido en estos doce años? Pues no ha ocurrido nada, porque hace doce años Qatar era igual que ahora. Los qataríes hicieron lo único que saben hacer, soltar pasta, y los responsables de la FIFA hicieron lo único que saben hacer, trincar pasta. Todas estas almas bondadosas que hoy se quejan y llaman al boicot del Mundial, ¿por qué no lo hicieron hace doce años? ¿Por qué no se opusieron las federaciones, en aquel entonces? ¿ Por qué los jugadores no dijeron esta boca es mía? ¿Por qué los políticos de la época no pusieron el grito en el cielo? No había nada más fácil que la federación de Brasil o la de Francia, o la de España dijera: “Nosotros a Qatar no vamos”. Pero, si no recuerdo mal, todo el mundo luchó para la clasificación y los que la consiguieron lo celebraron por todo lo alto.
Menos mal que, por lo menos, los políticos, que sí se rigen por elevadas normas morales, han decidido hace tiempo que no le comprarían gas a Qatar, que no le venderían armas y que no permitirían que el dinero corrupto del emirato fuera invertido en nuestros países. Es conocido, por ejemplo, que aquellos ayuntamientos franceses que han prohibido “fan zones” para el Mundial en los centros de sus ciudades, como medida de protesta contra el Mundial de Qatar, tienen vetada la entrada del PSG en su territorio, desde que aquel club pasó a manos de los qataríes. ¿Qué haríamos si los políticos no nos mostraran el camino hacia la virtud?
Y a mí me parece que en todo este Cafarnaúm de hipocresías y dobles juegos, los menos culpables son los qataríes. Ellos son lo que son y hacen lo que hacen. Sin tapujos. No como aquellos que aceptan mordidas millonarias y luego se rasgan las vestiduras, ya sean dirigentes de la FIFA o políticos de nuestro entorno.
Ahora, cuando ya es demasiado tarde, aúllan los defensores de todo tipo de derechos, salen futbolistas a hacer algún paripé ante las cámaras o salta a la cancha algún lerdo agitando una bandera arco iris. ¡Valientes héroes de la libertad! Haber hablado en su día.
Los que amamos este maravilloso juego que es el futbol, queremos que nos dejen en paz.
Dejen que los deportistas y los aficionados disfrutemos del futbol, que de esto va el Mundial. Que el daño ya se hizo en su día y no es culpa ni de Luis Enrique, ni de Morata, ni mía.
Y además, por ahora España lo está haciendo bien y lo estamos pasando de cine.
Que callen los hipócritas y que ruede el balón.
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga