Dijo Mark Twain que la historia no se repite pero que rima. La invasión de Ucrania que el carnicero de Moscú empezó hace ya casi un año, está plagada de rimas históricas. Muchas de ellas nos vienen de la Segunda Guerra Mundial.
En abril de 1942, el portaaviones americano Hornet se aproximó a mil kilómetros de las costas de Japón. De su cubierta despegó un escuadrón de dieciséis bombarderos pesados B25, al mando del Coronel James Doolittle. La operación era extremadamente arriesgada, primero porque nunca aviones tan pesados habían despegado de un portaaviones y segundo porque los aviones no disponían de autonomía suficiente para volver al Hornet, por lo que debían de continuar su vuelo hasta China para allí ponerse a salvo con las guerrillas chinas que luchaban contra los japoneses. La operación fue un éxito. Los bombarderos soltaron su carga sobre Tokyo y casi todos se salvaron. Los daños fueron mínimos pero el mensaje caló hondo en el mando nipón: “cuidado, que si vosotros habéis llegado a Pearl Harbor, nosotros también podemos llegar hasta el corazón de vuestro país”. El final de aquella historia es conocido.
En enero de 1943, el Reich hitleriano celebraba su décimo aniversario con toda suerte de eventos conmemorativos, en particular un discurso radiofónico de Goering y un discurso en el Sportpalatz de Berlín de Goebbels. Entonces apareció en el cielo de Berlín un escuadrón de bombarderos ligeros ingleses Mosquitos, para interrumpir ambos discursos a base de bombazos. Los daños fueron mínimos pero era la primera vez que aviones aliados llegaban hasta la capital alemana. El Mando nazi estaba furioso, en particular el mariscal Goering, jefe de la Luftwaffe, que había afirmado que los aviones aliados jamás bombardearían el territorio alemán. No solo le desmintieron, sino que lo hicieron en medio de su discurso radiofónico, en directo. El mensaje, aquí también, era claro: “Cuidado, que si vosotros destruís nuestras ciudades, nosotros también podemos llegar hasta vuestra capital cuando y cómo nos interesa”. El final de aquella historia también es conocido de todos.
Hace un par de días, los ucranianos han bombardeado dos bases aéreas rusas a más de quinientos kilómetros dentro de las fronteras rusas. Una de ellas situada a ciento cincuenta kilómetros del centro de Moscú. En este caso, los daños tienen su importancia ya que las bombas ucranianas han destruido varios aparatos rusos modernos, valorados en muchos millones de dólares, que estaban estacionados en fila sobre sobre la pista. Así de seguros se sentían los rusos. Después de semanas aplastados por los misiles y drones rusos, los ucranianos han mandado un mensaje a los carniceros de Moscú: “Cuidado, que nosotros también os podemos hacer daño”. El final de esta historia todavía está por escribir.
Pero si hacemos caso a la teoría de Mark Twain, los rusos deberían de poner sus barbas a remojar.
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga