Hace poco vi en una plataforma, no recuerdo cual, un nuevo documental sobre los atentados del 11M. Supongo que lo producirían para conmemorar el vigésimo aniversario de la masacre.
Mientras pasaban ante mis ojos las terribles imágenes y según escuchaba los testimonios de víctimas, policías, bomberos, testigos y políticos, me volvían a invadir aquellos mismos sentimientos de hace veinte años.
Sentimiento de miedo y horror ante aquellos cuerpos destrozados; sentimiento de tristeza ante tantas vidas hechas añicos; sentimiento de impotencia ante tanta barbarie; sentimiento de odio hacia aquellos terroristas hijos de perra; sentimiento de rabia ante tanta estupidez y fanatismo.
Recuerdo cómo, con el paso de las horas, me fue invadiendo un sentimiento de impotencia al crecer la certeza de que la acción de unos desalmados no solamente iba a transformar la vida de las víctimas, de sus familiares y de los testigos, sino que iba a cambiar para siempre el destino de mi país. Según se acercaban las elecciones era cada vez más evidente que los asesinos se habían salido con la suya.
Con las horas se adueñaba de nosotros una angustiosa zozobra, ante la patética reacción del gobierno de Aznar, cegado por una visión de túnel fruto de su tremenda arrogancia y al comprobar cómo el PSOE se adueñaba del relato a favor de sus intereses electorales. La zozobra se hacía cada vez más insoportable a medida que el cinismo del PSOE iba pisoteando la ingenuidad del PP. La zozobra ya no nos dejaba respirar cuando fue evidente que Zapatero avanzaba, triunfante, rumbo a la Moncloa a hombros de doscientos muertos. No recuerdo cálculo político más descarado, impúdico, desvergonzado que el del PSOE durante aquellos terribles días.
Hasta que llegó al escenario político el alumno aventajado de Zapatero.
Desde el fin de semana pasado me está invadiendo una desagradable zozobra parecida a la de aquel nefasto fin de campaña electoral. Salvando las distancias por supuesto. Pero muchos aspectos de la actual campaña electoral en Galicia recuerdan lo que pasó durante aquellos días de horror. Vuelve la torpeza y la ingenuidad del PP. Vuelve el cinismo del PSOE.
Pero esta vez hay un elemento nuevo. Un tonto útil. Un salvapatrias mentiroso a quien se le ve el plumero. Un don Pelayo cuyo objetivo anunciado es librar a España de la banda de Sánchez, pero cuyo verdadero anhelo es dañar al PP para intentar hacerse con su espacio político. Un Tartufo que, tras un falso desprecio al juego político, favorece los intereses del enemigo de España en busca de su propio interés partidista. Uno pensaría que la meta de todo español constitucionalista es aparcar sus intereses para librar a nuestro país del Gran Dictador y de sus secuaces, pues resulta que el grupito de dirigentes de Vox no lo ve así. El enemigo de Vox no es Sánchez, es Feijóo, porque piensa que cuanto peor para España mejor para sus propios intereses. Abascal se equivoca y tarde o temprano lo pagará. A veces cuando uno intenta pescar en río revuelto, se resbala y cae al agua.
Solo espero que los gallegos sean lo suficientemente lúcidos cómo para reconocer la pinza de hipocresía que les amenaza y sepan evitar que, entre la banda de secuaces de Sánchez y el tonto útil hundan a su bella región en nuevo Procés. Espero, pero mi esperanza no consigue despejar la zozobra.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga