Hace veinticinco años y seis meses Alberto Jiménez Becerril, concejal del Ayuntamiento de Sevilla por el PP, volvía a su casa dando un paseo con su mujer, Ascensión García. Acababan de cenar con unos amigos y seguramente decidieron aprovechar las amables temperaturas invernales andaluzas para disfrutar de las calles peatonales de su maravillosa ciudad. Irían hablando de sus planes, como cualquier otra pareja de treinta y pico años con toda la vida por delante. Comentarían, divertidos, la última travesura de uno de sus tres hijos pequeños. Es posible que Alberto le hiciera partícipe a Ascensión de alguna preocupación relacionada con su trabajo en el Ayuntamiento. Caminaban por la calle Don Remondo, ignorantes que, agazapados en una esquina oscura, les esperaban un tal José Luis Barrios y un tal Mikel Azurmendi. Los dos hijos de perra surgieron al paso de la pareja para pegarle un tiro en la nuca a Alberto y, de paso, ya que estaban, otro a Ascensión. Una fascista opresora menos, pensarían los valientes gudaris.
Apenas un año y medio después, Barrios, ya preso, fue elegido diputado al Parlamento de Navarra y acudió, esposado, a recoger su acreditación que le permitió asistir el día siguiente a la constitución de aquel Parlamento.
Veinticinco años más tarde – es decir hace dos semanas, con ocasión de la final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y Osasuna -, a escasos metros de donde fueron asesinados Alberto y Ascen, frente a la Catedral de Sevilla, desfilaban en perfecto orden y perfectamente uniformados, unos cientos de ultras de Osasuna gritando “puta España” y vítores a la ETA. Pasión rojilla. Cosas de fútbol. Cosas de chavales, pensarán algunos.
Hace unos días, los socios bildutarras de la ETA, presentaron unas listas electorales que contenían medio centenar de etarras condenados entre los cuales se encontraban una decena de asesinos.
¿Es todo casualidad? Por supuesto que no. Es todo parte del mismo plan. Un plan nacido del nacionalismo que no ha cambiado en más de medio siglo y que utiliza una combinación de limpieza étnica, falsificación de los hechos históricos, fanatización de las nuevas generaciones mediante una educación propagandística, victimización y deshumanización de un enemigo imaginario, para conseguir un objetivo totalitario que no desmerezca de Hitler o de Stalin.
¿Sabían los hijos de perra a quién asesinaban? Ni falta que hacía. Con pensar que eran opresores del pueblo vasco era suficiente.
¿Saben los idiotas rojillos qué es la ETA y por qué España merece ser insultada? Ni falta que hace. Les han contado que unos eran gudaris y los otros fascistas. Suficiente.
El pensamiento es un estorbo para la acción. La reflexión es un incordio para la propaganda. El conocimiento es un lastre para la construcción nacional. ¿Se le ha ocurrido a algún rojillo pensar en el sinsentido de participar en una competición organizada por una España fascista, opresora y “puta”? ¿Mande? A ver si te voy a…
Esta panda de zopencos ignorantes, son los tontos necesarios, los colaboradores inconscientes de un plan totalitario que, si alguna vez triunfa, los hundirá en la más terrible de las dictaduras.
Pero todo esto no es nada nuevo. Lo que es nuevo es que un Presidente del Gobierno de España acepte, blanquee y se asocie con estos totalitarios simplemente para seguir en el poder. Lo que es nuevo es que entre el veinticinco y el treinta por ciento de los españoles vote a este traidor a los socialistas y demócratas asesinados por la ETA en defensa de sus ideas democráticas.
Queridos lectores, el próximo veintiocho de mayo que nadie se quede en casa. Entre todos debemos echar a “votazos” a este gobierno indigno. El veintiocho de mayo es el primer paso para recobrar nuestra dignidad.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga