Yahveh, Elohim, Adonai, El… Resulta curioso que alguien cuyo nombre está prohibido pronunciar tenga tantos nombres. Pero bueno, las cosas de los judíos nunca son simples. Al Dios de los judíos lo que no se le puede negar es que tenga carácter. Sobre todo mal carácter. Desde la expulsión del Paraíso hasta la torre de Babel, desde los cuarenta días encerrados en la bodega maloliente de un barco hasta los cuarenta años vagando por el desierto, desde las destrucciones de Jericó y de las Ibizas de la antigüedad hasta la riada sobre el ejército del Faraón, Adonai no ha hecho más que demostrar que con Él no se bromea.
Pero El ha sido especialmente duro con su pueblo elegido. Desde que le gastó una mala broma a su patriarca favorito, pidiéndole que degollara a su hijo, no ha hecho más que poner a prueba a los pobres judíos. Tenían un solo templo y se lo destruyó dos veces. Tenían una tierra y los exilió por todo el Mundo. Encontraron una patria de substitución en Sefarad donde hacía sol y se comía bien y fueron expulsados de ella. No ha ocurrido en los últimos dos mil años una sola desgracia de la que no fueran acusados por los gentiles. Tanto rojos como blancos se cebaron con ellos en la guerra civil rusa y sus hordas no dejaron shtetl en pie a su paso. Incluso el pueblo supuestamente más culto y educado de Europa puso a contribución toda su cultura y educación para cometer el mayor genocidio de la historia del Hombre, contra el pueblo de Yahve. Y cuando por fin los gentiles deciden darle un país a los descendientes de Abraham, resulta que su tierra está rodeada de otros gentiles que, otra vez, los quieren borra de la faz de la tierra.
Pero, después de todas estas desgracias, al pueblo de Israel todavía le quedaba por vivir una afrenta aún mayor, una agresión aún más violenta, una amenaza aún más peligrosa. El pobre Netanyahu lleva días sin dormir. En Tel Aviv se ha decretado el toque de queda. En el Muro de las Lamentaciones han triplicado la seguridad. Ríanse ustedes de los einsatzgruppen SS. Descojónense de las divisiones blindadas de El Assad y Nasser.
Despelótense de los suicidas palestinos. Ariel Sharon tiembla en su tumba. Del susto, a Moshe Dayan se le ha dado la vuelta el parche del ojo. Israel se enfrenta desde la semana pasada a la mayor amenaza en memoria de judío: Ada Colau ha roto relaciones con Israel.
¿Qué significa eso? Todavía no lo sabemos. Quizás aparezca la alcaldesa por allí a mear de pie en las calles de Hebrón. Quizás decida mandar escuadrones de ocupas a un kibutz. O quizás se presente a las elecciones municipales de Jerusalén. ¡Horror! En cualquier caso, a los hebreos no les llega la camisa al cuello.
Es que la meona de Barcelona, después de afrontar con notable éxito los problemas de seguridad, limpieza y vivienda de la ciudad que maltrata desde hace años, ha decidido dar el salto a la escena internacional. Ha llegado el momento de enfrentarse al Apartheid de Tel Aviv. Hay palabras como Apartheid, Holocausto, Genocidio que deben manejarse con cuidado. No debería estar permitido su uso por personas que antes no hayan aprobado un permiso especial.
Pues nada, Ada, adelante. Si me permites una recomendación, date un paseo por Gaza y levántate la falda en mitad de la calle principal, a ver que te pasa, guarrilla. También puedes ir a la televisión de Hezbollah a explicar que eres bisexual, ya verás las pedradas que te caen, tonta.
Y a mis amigos judíos les deseo suerte ante tal amenaza. Y espero que tiren de su famoso sentido del humor judío si es que leen este modesto artículo.
Shalom.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga