En mi tiempos escolares odiaba los lunes. No solamente porque eran lunes, sino porque, de Reyes a Semana Santa casi todos mis amigos se pasaban los recreos comentando sus aventuras de esquí del fin de semana en Navacerrada con el club Amistad. Yo ni esquiaba ni era socio de aquel club por lo que me aburría cómo una ostra escuchando batallas que ni me iban ni me venían. Un tema recurrente de aquellos soporíferos coloquios era el material de esquí. Unos defendían los Head a toda costa. Otros mantenían que no había nada como los Salomon. Muchos le tenían envidia a uno por los K2 que le habían regalado por Navidad. Pero todos coincidían en una cosa, no se podía esquiar con unos Sancheski. Cómo aparecieras por el club Amistad con unos Sancheski pasabas a formar parte de los intocables. Te volvías invisible a los ojos de todas aquellas niñas tan monas que subían a la Sierra. Se reía de ti hasta el conductor del autobús. Sancheski eran las tablas españolas cuya única cualidad era el genio del marketing español: Sancheski eran los esquís Sánchez. Algo así cómo los pantalones Cleper de la tienda de Clemente Pérez. Los esquís de Sánchez eran la pacotilla de los esquís.
Lo mismo ocurre hoy en diferente ámbito. ¿Tendrá que ver con el apellido? Qué me perdonen todos los Sánchez de bien. Hoy, el Parlamento de Sánchez es una pacotilla. El gobierno de Sánchez es una pacotilla. La política de Sánchez es una pacotilla. Las alianzas de Sánchez son una pacotilla. Los aplausos de Sánchez son una pacotilla. La palabras de Sánchez son una pacotilla. Hasta los morritos de Sánchez son una pacotilla. Todo lo que toca Sánchez se convierte en pacotilla.
Incluso lo mejor que tiene nuestro país, cómo la Monarquía, Sánchez lo contamina. La jura de la Constitución de la Princesa de Asturias debía ser un evento histórico, protagonizado por una futura Reina guapa, preparada, inteligente, la mejor imagen que España pueda proyectar en el Mundo. Prometía ser un evento digno de los Royals ingleses, del que todos pudiéramos estar orgullosos. Pues Sánchez ha convertido este hito histórico en una pacotilla, en una farsa.
Mientras Sánchez y su banda se dejaban las manos aplaudiendo a la futura Reina, sus ministras podemitas declaraban que trabajaban para que Leonor nunca llegue a ser Reina. Mientras el hotentote que preside el Congreso hacía un discurso en honor a la Princesa de Asturias, los visires de Sánchez se inclinaban ante el golpista prófugo Puigdemont llamándole “president”. Mientras Sánchez ejercía de maestro de ceremonia, cincuenta y cuatro de los cincuenta y siete diputados que le votarán se ausentaron del hemiciclo. Mientras Sánchez saludaba a los Reyes, tres de sus ministros plantaron a la heredera del Trono. Mientras Sánchez agasajaba a la Monarquía, su banda firmaba la amnistía a los golpistas, escupiendo así sobre la Constitución que se celebraba ese día, escupiendo así sobre el Rey que defendió la Constitución aquel día de 2017, escupiendo así sobre el poder judicial que aplicó la ley, escupiendo así sobre las Fuerzas de Seguridad el Estado que cumplieron las órdenes de los jueces. Mientras Sánchez hacía su paripé con la Princesa de Asturias, todo su equipo, todos sus socios, todos sus aliados, todos los que hacen posible que duerma en la Moncloa, escupían al unísono sobre la Monarquía que representa esa mujer.
No se recuerda mayor ejercicio de hipocresía, de falsedad, de cinismo.
Pero da igual, este mes Sánchez será elegido Presidente del Gobierno gracias a todos aquellos que escupieron sobre eso mismo que el martes Sánchez fingía apoyar.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga