En una escena memorable de El Padrino, Clemenza le explica a Michael Corleone el equilibrio entre las familias mafiosas que consiste en una buena guerra cada cinco años más o menos, para purgar la mala sangre y limitar la acumulación de poder de cualquier familia demasiado ambiciosa. Nunca deberían haber permitido a Hitler salirse con la suya en Múnich, dice el gordo mafioso. Aquel era el momento de detener su ambición.
Lo que hace Clemenza en su clase de geopolítica mafiosa es decirnos que los políticos no son más que bandidos glorificados y reduce a los nazis a una banda de mafiosos con bonitos uniformes y una ideología que justifica su ansia de poder. Visto así, no le falta razón al capo.
Y si tienen ustedes alguna duda de que así funciona la cosa, les sugiero que escuchen la explicación que da Lukashenko sobre el papel crucial que jugó en la farsa rusa de esta semana con el golpe de estado/reivindicación laboral de Wagner. Ante un elenco de generales alelados, tiesos y gordos dentro de sus uniformes recubiertos de medallas de hojalata, la marioneta de Putin cuenta con todo lujo de detalles cómo discute con el carnicero del Kremlin si conviene o no “cargarse” a Prigozhin y cómo le calma al enano sanguinario que quiere “bajarse a todos”. Luego cuenta las dificultades que tiene para contactar con el jefe de Wagner ya que éste tiene apagado el móvil y que, cuando por fin consiguen hablar, tienen una conversación de una media hora en la que el noventa por ciento de las palabras pronunciadas son blasfemias y cómo resulta evidente que el Wagneriano está completamente borracho. Luego transcendió que Prigozhin se encontraba en compañía de varias fulanas. Lo que ha hecho Lukashenko en su relato, un tipo astuto según se dice, ha sido describirnos una conversación entre Sonny Corleone y su conseglieri. Entre dos macarras. Entre dos matones.
Por si todavía lo dudaban algunos, la farsa de esta semana nos ha demostrado que Rusia, además de ser un estado fallido, es un estado mafioso en el que las relaciones entre sus dirigentes no son diferentes a las que rigen entre bandas de maleantes. La diferencia en este caso es que el capo di tutti capi tiene seis mil cabezas nucleares y un sistema represor que domina a ciento cuarenta millones de sujetos. Rusia es un territorio en el que la única ley que impera es la del Don que reparte las riquezas del país entre sus favoritos y castiga a aquellos de cuya fidelidad duda. Putin ha impuesto un sistema dentro de su país que ha impedido el desarrollo de cualquier progreso económico, tecnológico, social, intelectual o cultural, porque todos los recursos del estado están en manos de un mafioso que los reparte según su interés y buena voluntad.
Ya oigo voces que me tachan de ingenuo y que claman que lo mismo ocurre en todos los países. Voces que declaran que los partidos no son sino bandas mafiosas dignificadas. Voces que argumentan que nuestras democracias y nuestras divisiones de poderes no son más que trampantojos diseñados para engañar y tener contentos a pardillos como yo. Pues esas voces se equivocan. Que la tendencia de muchos es obtener el poder a toda costa es cierto en Madrid y en Moscú. Que los partidos tienen tendencia a convertirse en bandas o en sectas, no me cabe duda. Pero tampoco me cabe duda de que el sistema democrático, liberal, basado en la libertad de expresión y en la división de poderes que hemos construido con tanta dificultad a lo largo de los doscientos últimos años en muchos países es el sistema más eficaz para frenar la voracidad de tiranos, ladrones y demás oligarcas. Obviamente no es perfecto, pero, en toda la historia de la Humanidad es, sin lugar a dudas, el que más bienestar material e intelectual ha creado. Que nuestra sociedad esté poblada de analfabetos funcionales pegados a una pantalla es otra cosa. Eso no es el resultado de nuestro sistema sino del uso que le hemos dado a nuestro sistema. Cómo yo creo en el sistema en el que vivo, como yo prefiero vivir en Madrid que en Moscú, como yo quiero votar y botar cada cuatro años a quien me da la gana, como yo quiero tener la posibilidad de crecer material e intelectualmente en la vida sin tener que besarle los pies a ningún capo, ceo que es crucial vencer a Putin en Ucrania. Es crucial deshacernos de regímenes mafiosos que nos ponen a todos en peligro.
Y, por las mismas razones, estoy convencido que el próximo 23J debemos votar para expulsar a Sánchez y a su banda.
Buen fin de semana y buen veraneo.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga