“Enseño el búlgaro”, rezaba el anuncio. Fui a ver y resulta que era un idioma.
Una bonita historia. Cómo la del preso búlgaro de la cárcel de Alicante. Un preso reincidente que, harto de estar encerrado entre andobos violentos y agresivos, decidió que ya no era búlgaro sino búlgara. Búlgara y lesbiana, para ser más preciso. Tal cual comunicó su nuevo género, fruto sin duda de largas y dolorosas reflexiones, la búlgara trans fue “transladada” a la cárcel de mujeres, donde se encontraría más cómoda. Nada más llegar a su nuevo destino, a la búlgara le faltó tiempo para enseñarle el búlgaro a una presa y dejarla en estado de buena esperanza. Porque claro, por muy búlgara y lesbiana que se declarara nuestra búlgara, seguía siendo búlgaro, y el búlgaro, quieras o no, tira “pal” monte.
Lo que no nos cuentan las crónicas es si el futuro bulgarín es producto de una relación consensuada o resultado de un asedio a la búlgara. Tampoco sabemos si la mamá y la mamá han decidido formar pareja de hecho o quizás contraer matrimonio en la cárcel o si la búlgara ha seguido enseñando el búlgaro por el patio lleno de reclusas ávidas de conocer al búlgaro. También me pregunto si, en caso de separación el roro se quedará con la presa o con la búlgara con búlgaro. No quiero ser mal pensado pero dudo que dentro de los planes originales del búlgaro al hacerse búlgara entrara la custodia de un roro.
Una cosa está clara, me extrañaría que los demás búlgaros residentes en la cárcel de Alicante tarden mucho en seguir el ejemplo de nuestra búlgara y se declaren a su vez búlgaras para ser trasladadas a la cárcel de mujeres, donde se vive mejor y donde pueden enseñar el búlgaro si temor de que se lo enseñen a ellos. Pronto el patio de las reclusas se verá invadido por búlgaras ex maltratadores o violadores que podrán dar rienda suelta a sus aficiones con una oferta casi infinita de presas a su disposición. Dentro de poco llegaremos a una situación imposible debido a la sobrepoblación de la cárcel de mujeres que estará repleta de presas, de búlgaras y de todos los roros provenientes de los búlgaros, todos apiñados y revueltos en el patio y las celdas. Mientras tanto la cárcel de hombres se quedará vacía. Entonces asistiremos al movimiento opuesto. Las presas empezarán a declararse búlgaros para ser trasladadas a la cárcel de hombres, donde estarán mucho más cómodas y las dejarán en paz. La cárcel de mujeres, en cambio, se verá poblada de búlgaras con búlgaro que tardarán en entender que el tiro les ha salido por la culata (una manera de hablar). Entonces, poco a poco, las búlgaras volverán a sentirse búlgaros, para volver a su lugar de origen ahora poblado de búlgaros sin búlgaro. Lo que no sabemos es donde irán a parar los roros (con o sin búlgaro).
¿Les ha quedado claro? Ya. Pues no sé explicarlo mejor. Si les interesan más detalles, les sugiero que lo consulten con O Sea Tía, antes de que se vuelva a su chalet de Galapagar, o con Pam, antes de que se vuelva al agujero del que salió en su día. O también pueden esperar unas pocas semanas. Con la brillante victoria electoral de Yolanda, pronto tendremos una nueva Pam chupando de nuestros impuestos para parir más leyes tan divertidas como esta.
Y a mi querida Eugenio, felicitarle por su brillante decisión de hacerse el búlgaro, pero que no se fie cuando vea a otro búlgaro. Las cosas no son tan fáciles cómo parecen. Si te prometen que te van a enseñar el búlgaro, sal corriendo.
El Circo Continúa…
José Luis Vilallonga
@JoseVilallonga